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LA ORACIÓN

Como hemos dicho, aquí veremos los temas a modo de introducción, pero indicaremos lecturas en donde se puede profundizar en los temas, en este sentido los enlaces católicos que están en la página del "Reino de la Redención" pueden ayudar mucho, así como las lecturas recomendadas en cada sección.

 

La oración es dialogar con Dios, ponernos en comunicación con Él. Hay diferentes maneras de hacerlo. Lo principal es el amor con el que hacemos la oración; de hecho el amor es lo que debe guiar nuestra vida de manera total:

 

Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tienen en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás. (1 Corintios 13, 1-8).

 

Si Dios es amor (1 Juan 4, 8), tenemos que comunicarnos con Él con amor; también es verdad que al hacerlo y practicar la oración con buena voluntad, el amor crece en nosotros:

 

"Mediante la oración me uno en el amor con Cristo. Comprendo que orarle es amarlo... Tengamos presente que si queremos ser capaces de amar debemos orar" (Beata Madre Teresa).

 

Dios es un ser personal y se dialoga con Él como se dialoga precisamente con una persona. Tenemos que aprender a platicar con Él de lo que sea con respeto y confianza. Y tenemos que aprender a escucharlo, para esto es bueno practicar el silencio exterior e interior:

 

"El primer paso es el silencio. No podemos ponernos directamente ante Dios si no practicamos el silencio interior y exterior" (Beata Madre Teresa).

 

Jesús quiere que lo aprendamos a escuchar, Él quiere hablarnos, guiarnos y contestarnos; pero para esto es importante seguirlo:

 

"Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen" (Juan 10, 27).

 

En este versículo del Evangelio, Jesús no dice que todos lo escuchan, sino quienes lo siguen y así se convierten en ovejas del Pastor. Es diferente orar cuando vivimos para nosotros, que cuando hemos decidido de corazón seguir al Señor para hacer su Voluntad con mucho amor y por tanto vivir para Él. Y por tanto conformar nuestra vida a la Verdad que es Él mismo:

 

"Todo el que es de la verdad, escucha mi voz" (Juan 18, 37).

 

Y entre más dialoguemos y convivamos con Dios, más lo conoceremos, más nos enamoraremos de Él y más experimentaremos su Santa presencia que es alegría, amor y paz. Además, la oración fortalece y aumenta la gracia recibida en los Sacramentos, a la vez que nos prepara para recibirlos mejor.

 

Es importante saber que la oración central de la Iglesia es la Santa Misa, aquí se hace presente el sacrificio de Cristo (el calvario) y su Resurrección, misterios centrales de nuestra salvación:

 

"La Misa hace presente el sacrificio de la Cruz, no se le añade y no lo multiplica." (Juan pablo II, carta encíclica, Ecclesia de Eucharistia).

 

"Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, memorial de la muerte y resurrección de su Señor, se hace realmente presente este acontecimiento central de salvación" (Juan pablo II, carta encíclica, Ecclesia de Eucharistia).

 

La Eucaristía es el milagro más hermoso que Jesús nos ha dejado. Es su presencia real entre nosotros; nos permite comerlo y adorarlo, derramando gracias inimaginables para nosotros; desgraciadamente muchas veces poco conocido y poco valorado. Aquí invitamos al lector a profundizar en el tema en El Catecismo de la Iglesia Católica, del número 1322 al 1419.

 

Respecto al tema, también hay veces que no sabemos orar:

 

"...nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene..." (Romanos 8, 26).

 

Por eso la Iglesia a través de los siglos nos ha propuesto oraciones poderosas y eficaces. Una de ellas es el Rosario, que es una oración muy especial. Es una oración contemplativa, como bien decía el Papa San Juan Pablo II:

 

“Son conocidas las distintas circunstancias en las que la Madre de Cristo, entre el siglo XIX y XX, ha hecho de algún modo notar su presencia y su voz para exhortar al Pueblo de Dios a recurrir a esta forma de oración contemplativa.” (San Juan Pablo II, El Rosario de la Virgen María, n. 7).

 

La Virgen insiste mucho en esta oración; y hay mucha información al respecto a la que invitamos al lector a acercarse. Este documento, Carta Apostólica del Papa San Juan Pablo II sobre el Rosario de la Virgen María es un excelente documento al respecto, que se encuentra en el sitio del Vaticano.

 

También existe la oración de alabanza, de acción de gracias, de liberación, de sanación, de reparación, de intercesión, individual, familiar, comunitaria, la liturgia de las horas, etcétera. Realmente sobre la oración se ha escrito mucho, no se pretende aquí hacer un tratado de oración, lo importante es orar y al hacerlo de manera perseverante, se ora cada vez mejor, dejando que sea el Espíritu de Dios el que nos guíe.

 

La perseverancia en la vida espiritual es un factor esencial y un elemento más profundo de lo que se piensa. Si Dios es lo más importante, los momentos diarios de oración tendrían que ser lo más importante. Entonces ¿por qué hay personas que a veces hacen oración o un tipo de oración un día y luego otros días no? por ejemplo el Rosario, la Biblia, la coronilla de la Misericordia, etcétera.

 

Dios podría preguntarnos: “¿hijo, porque ayer leíste la Biblia y hoy no; o por qué ayer me dedicaste tiempo a la oración y hoy no, o sólo el cincuenta por ciento de ayer?” y uno podría responder: “es que no tuve tiempo, tuve mucho trabajo o pendientes o estuve cansado”.

 

Y Dios podría decirnos: “¿qué acaso no soy tu Dios todos los días, qué acaso los días no te los doy yo, los días que te doy son para hacer lo que tú quieres o decides o para hacer mí Voluntad?, lo que pasa hijo mío es que todavía no soy lo primero en tu vida, si hoy no me dedicaste tiempo e hiciste otras cosas, en la realidad y en la práctica me cambiaste por esas otras cosas; o si me dedicaste cincuenta por ciento menos de tiempo que ayer porque en ese tiempo hiciste otras cosas, me cambiaste por esas otras cosas.” Por esto y otras cosas más, quizá el primer mandamiento sea el más olvidado:

 

"...amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas." (Marcos 12, 30).

 

"El primer mandamiento nos ordena amar a Dios sobre todas las cosas" (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2093).

 

La inconstancia con Dios, la facilidad con la que posponemos los momentos con Él haciendo otras cosas, es como una especie de infidelidad. Y si no se es fiel a Dios, se es infiel en otras cosas: no atendemos los deberes familiares y de otro tipo como Dios manda, nos derrumbamos cuando vienen las pruebas, no acabamos de sanar nuestro corazón, etcétera. Y tampoco Dios puede darnos las gracias que quisiera:

 

“…el que vacila es semejante al oleaje del mar, movido por el viento y llevado de una a otra parte. Que no piense recibir cosa alguna del Señor un hombre como éste, un hombre irresoluto e inconstante en todos sus caminos." (Santiago 1, 6-8).

 

Son claras las palabras de la cita anterior de la Biblia: “Que no piense recibir cosa alguna del Señor un hombre …inconstante en todos sus caminos”. La inconstancia nos cierra muchas gracias de Dios. La constancia con Dios es muy importante en la vida espiritual y por tanto en la oración:

 

“…siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos" (Efesios 6, 18).

 

 “Perseveren en la oración” (Colosenses 4, 2).

 

Jesucristo también habla de la oración y describe dos parábolas que nos quieren enseñar la importancia de la oración y su constancia en Lucas 11, 1-13 y también en Lucas 18, 1- 8. Y la cuestión es que solamente con constancia podremos dar fruto para el Señor:

 

"Lo que cayó en tierra fértil son los que escuchan la Palabra con un corazón bien dispuesto, la retienen, y dan fruto gracias a su constancia" (Lucas 8, 15).

 

Porque venimos a dar fruto en este mundo ¿cómo se da fruto?: haciendo la Voluntad de Dios con mucho amor de manera constante. Esto también tiene que ver con la parábola de los talentos en donde se nos dice que se nos pedirá cuentas según lo que se nos dio (cfr. Mateo 25, 14-46). Y lo que se nos da es para hacer la Voluntad de Dios.

 

Por lo tanto la oración y la vida espiritual nos tienen que ir llevando a una unión cada vez más profunda con Jesucristo, de tal manera que nos vaya transformando en Él, en sus pensamientos, en sus sentimientos, en sus criterios, en sus modos, en su amor, etcétera. Y de esta manera podremos saber cuál es su Voluntad para nosotros.

 

No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto. (Romanos 12, 2).

 

Si nuestra vida espiritual no nos está cambiando por dentro y transformándonos en Cristo, algo anda mal y tendremos que analizarnos. Muchas veces es falta de conversión (tema que se toca en la sección del ANUNCIO). Una verdadera conversión hace que la vida espiritual de mucho fruto y que por lo tanto también seamos constantes con Dios.

 

De esta manera la vida espiritual no es un fin solamente, sino también un medio para conseguir la finalidad que Dios quiere en nosotros: que hagamos su Voluntad. Estas son las obras que Dios quiere que hagamos, su Voluntad; y una buena vida espiritual nos ayuda para conocerla y tener las fuerzas y las gracias para hacerla.

 

Porque de nada sirve mucha oración, Biblia, Sacramentos, etcétera, si no estamos haciendo la Voluntad de Dios en nuestra vida, si nuestras decisiones o muchas decisiones las tomamos sin enfocarnos a agradar a Dios y ver si realmente es lo que Él quiere.

 

"No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial." (Mateo 7, 21).

 

El apóstol Santiago también lo expresa muy bien:

 

¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo?… Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta. (Santiago 2, 14-17).

 

Y eso puede pasar con nosotros, podemos expresar muchos actos de fe y de vida espiritual, pero si no hacemos las obras que Dios quiere, su Voluntad, nuestra fe y vida espiritual está muerta. Y en este sentido habría que meditar las palabras:

 

"Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca" (Apocalipsis 3, 15-16).

 

La oración es un tema muy amplio, aquí —como hemos mencionado— se ve apenas una introducción. También sobre la oración se ha escrito mucho por Santos e incluso Padres y Doctores de la Iglesia. Para profundizar en este tema, recomendamos lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica que sintetiza e incluye mucho de lo que han dicho los Santos y estos personajes insignes de la Iglesia.

 

“El Catecismo de la Iglesia Católica” habla sobre la oración en su cuarta parte dedicada precisamente a la oración cristiana desde el número 2558 hasta el final 2865, y el “Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica” desde el número 534 hasta el 598. Y no dejemos de orar, ya que se aprende a orar, orando. Y nunca olvidar los elementos de una buena oración: entrega a Dios, amor, humildad, fe y sobre todo querer agradarlo, hacer su Voluntad.

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